sábado, 4 de octubre de 2008

Asistencialismo versus protagonismo

hacia la promoción de la dignidad y las capacidades dormidas de los pobres.

La acción de algunos políticos en pos de capturar los votos necesarios para ser electos indigna. Durante estos últimos años se han utilizado muchas formas e instrumentos para acaparar la atención de los electores más pobres. Mencionamos el reparto de productos como alimentos, fardos de pasto, fertilizantes, subsidios y pensiones, entre otras acciones, que en vez de promover al ser humano perpetúan su dependencia mental y atrofian la capacidad de ser protagonistas de su propia historia.

Lo más curioso es que esa actitud asistencialista es una práctica frecuente de varios políticos que están ejerciendo el poder, generando relaciones sociales de dominación y dependencia que ofenden a los pobres y a toda la humanidad. Somos testigos de la manipulación política a la cual son sometidos.

La colaboración en ciertas circunstancias es necesaria, sobre todo con aquellos que no tienen ni los recursos ni las oportunidades. En este sentido el Estado con sus instituciones públicas, entre las cuales está el municipio, han de esforzarse al máximo para preservar la vida de los hombres y mujeres más pobres garantizándoles sus derechos y el acceso a beneficios. Pero, esto no impide que se pongan en marcha otras iniciativas e incentivos para que el futuro de los pobres no dependa ni del Estado ni del municipio o de cualquier político interesado.

Con las acciones asistencialistas ¿estaremos faltándole al respeto a la gente pobre, destruyendo su autoestima, su organización y su protagonismo? En la actualidad numerosas actividades convierten a los beneficiarios en objetos pasivos, sin posibilidad de participar en el proceso de su propia humanización. Muchos pobres por temor a perder los beneficios no piensan, no hablan, ni exigen respeto por sus derechos. Lo más doloroso es que algunas iniciativas surgen para mantener múltiples relaciones de dominación y esclavitud.

Para derribar el asistencialismo es necesaria una gran dosis de rebeldía. Se requiere transformar en nosotros y en nuestra sociedad los comportamientos, ideologías y estructuras que generan esas relaciones de dominio.

Creo que uno de los primeros pasos que debemos dar es reconocer al otro, a fin de que deje de ser invisible y se haga valer por sí mismo. Tenemos entonces que aprender a respetar al otro y a lo otro. Reconocer al pobre y vulnerado como ser humano existente y demandante de nuestro reconocimiento y solidaridad; con capacidades y saberes propios que deben ser iluminados y potenciados sistemática y experiencialmente para salir adelante.

Otra actitud tiene que ver con la defensa de la dignidad de los seres humanos que están viviendo en carne propia la pobreza. No podemos permitir que se nieguen sus derechos. Muy por el contrario se ha de promover en los pobres el auto-respeto, la auto-aceptación, la autoafirmación. Cada uno de ellos es un sujeto, un actor social con voz propia, con capacidad para tomar y ejecutar sus propias dediciones, con la capacidad y el derecho de participar; diferente y a la vez inevitablemente relacionado con otros.

Creo también importante referirse a la participación. Ella permite fundar la igualdad esencial de los hombres, además de posibilitar el pleno ejercicio de la libertad y la solidaridad. El que participa crece. Crece en desarrollo personal, en madurez, en capacidad de relacionarse con los demás y también en eficacia, porque es capaz de llevar a cabo, en colaboración con otros, mucho de lo que se propone.

A medida que las personas van participando en los asuntos que le son propios y logran, con su organización y lucha, resolver sus propios problemas, se produce un cambio cualitativo con respecto a lo que antes existía, las personas comienzan a recuperar la confianza y se ven a sí mismas como sujetos que aprenden, transforman y propician el cambio positivo. Constatan, al mismo tiempo, el poder de las comunidades organizadas.

Finalmente recurro al archiconocido viejo adagio que dice “mejor que dar a un hombre un pez, es enseñarle a pescar.” Todos los programas sociales, campañas políticas, acciones solidarias deberían actuar bajo ese razonamiento. Velar para que los más pobres logren ser autónomos. Darle las oportunidades para que sean más capaces, menos vulnerables; darles educación y capacitación para que nunca más sean utilizados.

Fernando Ortiz Méndez

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